Vivir sobriamente para cuidar la casa común

Cuando nos asomamos a la realidad de nuestro mundo, no podemos menos que reconocer que la gran obra de Dios, nuestra Casa Común, está herida. El planeta no aguanta y “explota” por muchos lados: la pobreza y la desigualdad aumentan alarmantemente, el hambre y las enfermedades siguen matando y las personas vivimos bajo el desconcierto, el miedo y la amenaza, hoy especialmente en forma de una pandemia que no sabemos a dónde nos lleva y cuyos efectos nos están afectando a todos los niveles, si bien con mucha mayor fuerza y gravedad a los más pobres.